Día 1: 03/11/01
Finalmente estamos en Cape Town. El piloto del imponente Jumbo nos dio un paseo turístico gratis antes de aterrizar, probablemente en desagravio por el gran retraso con que salimos de Londres, donde nos tuvieron esperando en una pista perdida durante unas tres horas, sentados (y asados) en el interior del avión: problemas con la carga, nos dijeron. Por lo demás el viaje sin novedad. Hoy es sábado y no se puede decir que haya mucha animación aquí, en el centro de la ciudad, las calles están vacías casi como en los domingos en La Palma o en cualquier otro pueblo. El estilo como Gijón a lo grande (ya estamos los asturianos), con enormes edificios corporativos de treinta plantas y, pared maestra con pared maestra, pequeñas casitas de estilo colonial de setenta o más años. El resto de la ciudad lo vimos desde el avión y en el trayecto en minibús desde el aeropuerto, cerca de este zonas de chabolismo, eso sí con alumbrado público (¿quizá agua también?), después casas bajas unifamiliares con pequeños jardincitos.
Mientras Luis y Ric han ido a correr por la fachada marítima, Carmen, Juan, Pepa y yo nos hemos dado un pequeño paseo por el centro y está claro que no nos ha llamado mucho la atención, pues a las dos horas estamos de vuelta en el hotel. Encontramos un mercadillo con ropa, maderas talladas y demás cosas habituales que no tenían nada de particular. Era una pequeña plaza cuadrada rodeada de inmensas moles de hormigón por tres de sus lados, en el cuarto había una pequeña iglesia de aspecto nórdico: campanario muy puntiagudo, tejado de dos vertientes de pizarra, muy inclinado, ese estilo. La plaza se llamaba GreenMarket Square.
En cuanto al ambiente.......pues parece que sólo quedaban algunos negros de aspecto marginal en la zona, supongo que los blancos estaban pasando su weekend en sus casitas de las afueras, en la playa o donde fuera. Ya dije que esta es una zona comercial y hoy es sábado, como si se hubiera recolectado toda la cosecha y sólo quedaran algunas malas hierbas. Una de las cosas que tengo (¿tenemos?) que superar es esa sensación causada por la diferencia, pues así, a bote pronto, todos esos negros me parecieron una pandilla de gandules: por el vestir, por el moverse, el agruparse y todo eso. Algunos estaban tirados cuan largos eran sobre las aceras. El último, al lado del hotel, no tendría más de quince años, estaba boca arriba como duermen a veces los bebés, parecía muerto en mitad de una acera vacía de una calle-bulevar vacía del purito centro de esta gran ciudad.
Comimos unos bocadillos (¡sandwiches no había!) en un sitio bastante impersonal pero que por algunos detalles y el personal se hacía agradable. Hablamos de viajes, como si este todavía no hubiese arrancado, como si estuviésemos aún en el salón de nuestras casas. Había una camarera rubia, blanca como la leche, de ojos azules y muy servicial y otros miembros del servicio ya negros. Parece que entre ellos todo iba como la seda. También había, estas como clientes, una pareja de chicas en charla muy animada, cada una de un color.
Dentro de un momento saldremos del hotel para subir con el teleférico a Table-Mountain. Seguro que, en perspectiva, la ciudad luce mucho más hermosa. Probablemente será una ciudad muy cómoda para vivir pese a su tamaño si tienes unos ingresos adecuados. Desde luego está en un lugar bastante único, tanto por su microentorno como por su situación geográfica e historia.