Londres-Madrid II
Día 23: 25/11/01
Así que llegamos allí al día siguiente y nos instalamos en un albergue bastante aceptable de Nomad, cómodo y ¡sin tiendas!. Debo reconocer que, ya desde hacía al menos ocho días, los peores momentos del día para mí eran los de levantarse a toque de corneta, desmontar tiendas, mal desayunar y al camión rápidamente, y lo mismo cuando teníamos que montar el campamento. Recuerdo días concretos en que estos momentos se me atragantaban fuertemente, aunque el mal cuerpo y la mala mente solamente me duraban 5-10 minutos una vez que nos poníamos en marcha. Otros del grupo comentaban que lo que más les agobiaba del viaje eran las largas cabalgadas en Junior. A mí eso no me afectaba en absoluto, pues disfrutaba mucho de ir pegado al terreno.
Bueno, ya no escribo en la sala de embarque sino en el avión de Iberia (‘El salvador’) que nos llevará a Madrid, penúltima etapa de nuestro viaje. Escucho ahora el primer español pronunciado por alguien ajeno al grupo desde ‘Xuacomund’.
Nuestra primera tarde en Vic-Falls la destinamos básicamente al relax. Al atardecer nos dimos un paseo-moña en balsa por el Zambeze. Nos dedicamos a practicar uno de esos juegos para beber más alcohol de los irlandeses. Tuvimos dos víctimas ‘graves’: Carmen y Caroline que precisaron prolongadas estancias en posición horizontal. Para los católicos el anochecer una maravilla. Tras ello, también incluido en el mismo paquete contratado, junto con la barra libre en la balsa (¡ese día seguro que no ganaron ni un duro!), de nuevo a tierra para cena-barbacoa con todos contentos; salvo Caroline que seguía comatosa. Allí Pepa, tras un par de pases toreros con muleta dados por Johnny, el peque de los Irish , fue oficial y definitivamente entronizada como ‘Sex-Bomb’, cancioncita que posteriormente escuchamos hasta en las duchas del albergue. Bueno, en realidad, los comprendo muy bien a esos chicos. Después a la disco, donde seguimos cantando-bailando-confraternizando un buen rato.
Al día siguiente tocó ir al rafting del Zambeze. Tomé la decisión en los días en que me iba aproximando a Vic-Falls. Mi ánimo se volvía más favorable a la idea a medida que me acercaba, de tal manera que cuando llegamos allí ya estaba perfectamente concienciado, mentalizado y tranquilo, dentro de lo que cabe. Y con la idea completamente contraria a la que mantenía al principio del viaje.
Tras el rollo humorístico-pedagógico-informativo inicial de siempre, bajamos al río en un paraje inigualable y nos embarcamos en nuestro bote, que no flotaba en el agua, sino sobre un mar de narcisos en un recodo con aguas mansas. Pasado el primer rápido, Marck, el inglés, tuvo que ser evacuado por conato de ahogamiento que le llevó a crisis de pánico franca. Llamaron a un helicóptero y todo fue como la seda. En conjunto destacaría un par de cosas: el paisaje que era verdaderamente excepcional y la fuerza del propio río que había labrado aquel paisaje. Pasé el primer rápido bastante acojonadete, pero como no me caí ni volcamos, me tranquilicé progresivamente, de tal manera que en la comida de media jornada ya estaba completamente relajado. La segunda parte fue otra historia pues habíamos contratado una especie de surf en el río que resultó un desastre para nosotros (Carmen Ric y yo mismo), creo que por falta de técnica y de forma física. A los cien metros yo ya estaba completamente agotado y la tranquilidad previa se había ido al garete. Decidimos montar en la balsa de nuevo, lo que hicimos a duras penas y jadeando, para, a los cien metros escasos, estar de nuevo todos en el agua por un vuelco de la balsa. Pasamos un mal rato que yo atribuyo a nuestro cansancio y a que se trataba de una sucesión prolongada de pequeños rápidos, lo que nos impedía enderezar la embarcación. Total que el equipo de los pollos, como ya nos llamaban el resto de los compañeros del grupo, llegó al final del trayecto con sus miembros mojados, fríos –pues el sol no apareció en toda la segunda parte del trayecto- y bastante cabizbajos.
Por la noche cena despedida y cierre, pues era la última en que todo el grupo de Nomad-Junior iba a estar presente. Como todos estábamos bastante cansados la cosa duró poco. Los Irish, no obstante, se fueron de nuevo de farra. El último día hicimos algunas compras y vimos las cataratas que, como me había pasado ya con las de Iguazú, no me impresionaron particularmente. A mediodía al aeropuerto para vuelo a Johannesburgo y de allí a Londres. Ahora estamos buscando pista para despegar de Heathrow y creo que, desgraciadamente, esto es todo. No quiero reflexionar sobre lo que me queda por delante.......
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