Rumbo a Maún II
Día 18: 20/11/01 (2ª Parte)
Primero hicimos unos catorce kilómetros montados en un camión del ejercito por una pista arenosa entre manchas de arbolado con grandes claros de zonas de pasto. El conjunto era verde en perspectiva, pero de cerca el verde no tupía y el terreno parecía más bien un arenal enorme en el que crecía la hierba sin el vigor necesario para crear un manto vegetal completo, como sí ocurre en nuestra lejana Asturias.
Bajamos del camión con los trastos y montamos en unas lanchas con motores de 50-60 caballos que nos condujeron por unos canales muy estrechos y de poco calado (el fondo no llegaba a un metro). Estaban cerrados por los lados por una espesa vegetación lacustre entre la que predominaba, según Carmen, el papiro. Resultaba bastante incómodo pues la estrechez del canal te obligaba a estar permanentemente pendiente de evitar los azotes de las flores del papiro. Al rato salimos a un par de grandes lagunas donde tuvimos la primera muestra de la riqueza avícola del lugar. A nuestro alrededor volaban águilas pescadoras, garzas, cormoranes, gansos, martines pescadores....en fin que en los diez minutos en que permanecimos en aquellas partes más abiertas no dimos abasto. Después nos metimos nuevamente en otro canal aún más largo, tortuoso y estrecho que el anterior, lo que me resultó bastante fastidioso. Finalmente llegamos a una isla en mitad del delta donde acampamos y nos esperaban nuestros ‘pooler’ con sus barcas (pooler: palabra afrikáans para barquero que impulsa y guía su barca con un palo largo, como un gondolero).
Tras montar las tiendas, protegernos de los mosquitos y cenar, todos nos pusimos en círculo en torno al fuego y los Irish se pusieron a cantar sus baladas en una verdadera noche africana. Más allá de nuestro círculo otra pequeña hoguera de los morenos y aún más allá el pantano. Por encima nuestro las sombras de los árboles. Por encima del pantano el cielo estrellado y una luna como la de Dreamworks, la productora de Spielberg. A los lados, arriba y por todas partes, atravesando y definiendo los contornos de la vegetación circundante y del cielo, el refulgir de lejanas tormentas tropicales. Un sueño, de verdad. Hasta ahora la noche más bonita junto con las de Sossusvlei y la de la primera acampada libre en Spitzkoppe.
Al día siguiente salimos de paseo por la isla a primera hora. Vimos manadas de elefantes y antílopes, facoqueros y todo tipo de aves. Este parque tiene la peculiaridad de que los animales están libres y tú vagas por allí a pie entre ellos. Se compone de zonas anegadas y otras que también lo estarán en época de lluvias, pero que en temporada seca son grandes llanuras con parches aislados de vegetación muy exuberante. Muy, muy bonito.
Por la tarde trasladamos el campamento a otra isla a lomos de nuestras barcas conducidas por los ‘poolers’. Una barca y ‘pooler’ para cada pareja y sus avíos. La nueva zona de acampada es aún más salvaje e improvisada.
Una vez montado el nuevo campo salimos de nuevo y parece que, sin nosotros saberlo, a la búsqueda de leones. Después de una larga caminata los divisamos al fondo, a unos doscientos metros. Ellos al vernos se metieron en una zona arbolada. Tras una maniobra de acercamiento circular los volvimos a divisar a unos cien metros. Esta vez los ‘guías’ nos hicieron marchar directamente sobre ellos, de tal manera que terminamos escuchando un fuerte rugido mientras nuevamente se internaban más en la fronda. Entonces nos dividieron en dos grupos e iniciaron una maniobra envolvente, en horquilla. En ese momento nos descolgamos del grupo Pepa, Carmen, Jesús, Cristina y yo mismo entre grandes protestas de los demás y de los guías que nos conminaban a seguir con ellos y a no separarnos. Yo tomé el mando desandando el camino previo hasta salir nuevamente a campo abierto. Desde allí uno de los morenos nos llevó en una dirección que a mí me pareció nos conducía directamente a la ‘zona de fuga’ de los leones acosados por los otros dos grupos. Y así nos vimos avanzando por una zona llana con una hierba espesa que nos llegaba a la cintura. A los cien metros por aquel terreno el moreno se quedó como una estatua de sal y todos pudimos ver como, a unos veinte metros, un grupo de cinco o seis leonas desaparecían a la carrera de nuevo hacia la zona arbolada. Después todos nos preguntaron lo que habíamos hecho, como habíamos reaccionado. Yo a todos les decía que la pregunta correcta y pertinente era que habían hecho las leonas, no nosotros. Total que en Etosha no te dejan ni sacar la mano del camión y aquí vamos de acoso tras ellos siguiendo a unos jovencitos negroides como guías y con una hoja de palma como toda arma. Fantástico.
Al día siguiente, a primera hora, de nuevo a la búsqueda del león por lo que yo me quedé cerca del campamento haciendo un poco de bird-watching. Por la tarde recorrimos de manera inversa lo hecho dos días antes y las motoras nos llevaron a un camping lleno de mosquitos y con dos duchas para todos. No obstante el sitio era bonito y agradable si eras capaz de abstraerte de la tormenta mosquiteril. Esa noche los queridos celtas jugaron nuevamente a otro de esos games suyos donde el que pierde bebe y cogieron una tranca monumental, por lo que pudimos oírlos durante horas antes de dormirnos todos.
¿He comentado ya que otra novedad desde que llegamos a esta zona más subtropical es que hace bastante calor y estamos todo el día empapados en nuestro sudor? ¡Que diferencia respecto al calor del desierto, tan seco! Allí además se daba el curioso y fabuloso ‘efecto botijo’ (por mí nombrado): cuando te bañabas en la piscina notabas al salir, durante un minuto o dos, un frío refrescante a pesar de la alta temperatura reinante. Pasado ese tiempo estabas seco. El último ‘efecto botijo’ que noté fue en Etosha. Aquí debido a la humedad no se produce.
Esta mañana nos hemos levantado media hora antes del tiempo previsto por amenaza de lluvia. Deshicimos el campamento en un santiamén (apenas llevábamos cosas) y entre bromas y cantos propiciados por la tropa irlandesa sobre el lance amoroso ocurrido la noche previa entre Andy, uno de los Irish, y Miss Canberra, hemos llegado a nuestro Truck-base.
Ahora vamos camino de Maún donde el plan, según parece, es tomar hamburguesas y patatas chips en un bar del lugar, para después sobrevolar el delta en avioneta por el módico precio de 8.000 ptas. ¡Que poco nos queda ya!
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