30 marzo, 2007

Rumbo a Swakopmund



Día 8: 10/11/01

Atravesamos de este a oeste el Namib. Contra lo que se podría pensar son las once de la mañana y hace bastante fresco. Hemos tenido que cerrar las ventanillas de Junior. El paisaje es llano y monótono, con algunas variaciones y numerosos 'inselbergs' (montañas o más bien macizos rocosos aislados que sobresalen en medio de la llanura). Hay también alguna vegetación seca aislada.

El camping del Fish River tenía una hermosa piscina y montamos la tienda al ladito. Baño refrescante y comenzamos a ver las aves de aquel mini-oasis. Comimos y descansamos y nos acercamos al gran cañón (el segundo del mundo, después del Colorado), curiosamente escrito con ñ en muchas partes. Estaba en pleno secarral y, la verdad, no me impresionó demasiado. Tuvimos una hermosa puesta de sol y por la noche temprano para la cama, que al día siguiente tocaba viaje largo hasta Sesriem.

Ese día atravesamos cuatrocientos o quinientos kilómetros de lo que por aquí llaman Karoo, que es una especie de sabana muy seca. Todo el día variaciones preciosas sobre el mismo motivo. En el bus se va bastante cómodo, el calor es soportable y las pistas, como nunca llueve, son casi como de asfalto.


A media tarde llegamos a Sesriem, que es como la antesala de Sossusvlei, nunca sabré como se escribe, tampoco lo que quiere decir, algo así como ‘el último lago’. El camping, como todos, con su peculiaridad. En este caso un muro bajo de piedra demarcaba una zona circular alrededor de una acacia, ahí plantamos nuestras tiendas y quedaba abundante espacio. La acacia, increíblemente grande y, supongo, antigua, nos cubría a todos bajo su sombra protectora. También había piscina. Nos sentamos bajo la acacia y ¡a disfrutar de los pajaritos!. Era todo un ecosistema en sí misma. Como todos los días no doy abasto para controlar todas las nuevas especies que van apareciendo. Cenamos, cayó la noche, apareció el cielo estrellado y allí estábamos nosotros al lado del fuego, completamente relajados, mirando a las estrellas y a los pequeños chacales que se acercaban de continuo a la búsqueda de nuestras basuras. ¡Una maravilla!

Al día siguiente, ayer, madrugón: para ver el amanecer desde la duna. Esto ya empieza a ser conocido para mí, pero no por ello deja de volver a impresionarme. Estábamos en un gran tajo producido por un río en mitad de las dunas, avanzando por el medio con nuestro camión, como enanitos sobre una amplia planicie de unos ¿quince kilómetros? al principio y que paulatinamente se iba estrechando. Por el mismo sitio, cada diez años más o menos, bajan las aguas torrenciales que forman el ‘vlei’ (lago) al morir en ese fondo de saco contra el mar de dunas. Todo el fenómeno dura solamente unos días. Tras desayunar nos dieron una visita guiada mostrándonos como, una vez más, se escenifica la lucha entre el agua y la tierra-roca-arena. En realidad todo esto es una gran ópera geológica. Cuando el calor empieza a apretar con fuerza volvemos a nuestra querida y protectora acacia.


Nada más llegar los irlandeses descubren tres búhos maravillosos que nos harían compañía hasta el anochecer. No me cansaba de levantar la cabeza y mirar para ellos. Creo que recordaré más esta acacia que todo el Namib.

Tras una confusa negociación conseguimos pase para una vuelta en avioneta hasta el mar y regreso. En el momento del despegue la Cessna me recordó aquellos motocarros de cuando yo era pequeño. Pasamos sobre el gran tajo formado en la arena por el efímero aluvión , las montañas blancas en mitad del mar de dunas y el mismo mar de dunas hasta el mar de agua. Allí la avioneta dio un giro de noventa grados, tomó rumbo sur paralela a la costa y descendió. Entonces tuvimos unos instantes increíbles, con la pared de dunas a la izquierda, como un acantilado de doscientos metros de alto, y el mar debajo y a la derecha. ¡indescriptible! Después nuevamente cenar, tertulia y a la cama.

Hoy nos hemos levantado temprano, como siempre, y vamos camino del Swakopmund ese. Tenemos dos pacientes en observación: Cristina, la alemana, con un ataque de mareo-ansiedad-sinusitis versus efectos secundarios del Lariam y Marcela, la australiana, con un pie que lleva camino de convertirse en una sandía madura, debido a que se clavó una de esas puntiagudas espinas de las acacias y no fue posible extraer su extremo.

Parece que nuevamente arranca el truck tras la habitual parada técnica. El ambiente sigue siendo cordial y hasta Juan hace ya sus pinitos con el inglés. Se supone que hoy, con el desayuno, he fumado mi último cigarrillo. Veremos.

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