31 agosto, 2006

Reyes y Vasallos

Habla Manferro en su comentario a "La Democracia y la Izquierda" de resolver la dualidad rey/vasallo.

No creo que podamos lograrlo jamás. Como no podemos "resolver" las diferencias en altura o color entre unos y otros. Son aspectos de la condición humana, unos físicos y por tanto obvios y otros psicológicos o sociológicos.

Debo aclarar que no utilizo el término "Condición Humana" de una manera descriptiva y/o exhaustiva, es decir haciendo referencia al inmenso conjunto de maneras de ser y relacionarse que tienen y han tenido los humanos en lo que nuestro conocimiento alcanza, a la manera de Balzac en su "Comedia Humana". No se trata de dar una definición por enumeración. Tampoco intentaré ¡Dios y La Academia me libren! darla por intensión, intentando buscar el conjunto de características que la definen todo esto sería demasiado obsoleto por escolástico. Diré más bien, siendo osado y cauto a la vez, que me refiero a los escasos aspectos individuales y sociales de nuestro comportamiento como especie que, por repetitivos, bien acreditados y estudiados, pudieran constituir un sistema o una propiedad emergente. Algo que puede aspirar a rango de ley basándose en nuestros toscos conocimientos de antropología, psicología, etología... Toscos pero fundamentales, pues no tenerlos en cuenta es fracasar en cualquier tipo de proyecto social (un ejemplo claro, por prolongado y reciente, es el de la URSS en el pasado siglo).

Como muestras que vienen al caso pienso que puede decirse que la jerarquía y la territorialidad constituyen una parte importante de esa condición humana y son relevantes en este asunto. Nuestra natural tendencia a lo jerárquico conduce inexorablemente a la dualidad que nos ocupa. Siempre habrá superiores e inferiores. Eso no quita para que haya habido múltiples y variados ejemplos en la antropología de como se definen y comportan unos y otros; ahí esta el quid de la cuestión y, quizá, la resolución buscada: que nosotros sepamos la ley de la jerarquía no especifica nada sobre esto.

29 agosto, 2006

Tolstoi y Berlin.

Sir Isaiah Berlin habla sobre una cumbre de la literatura:

[….]La filosofía tolstoiana de la historia no ha recibido, en general, la atención que merece, ya como visión intrínsecamente interesante, ya como aparición en la historia de las ideas, o aun como elemento del desarrollo del propio Tolstoi. Los que ven a Tolstoi fundamentalmente como novelista, a veces han considerado los pasajes históricos y filosóficos dispersos por La Guerra y la Paz como perversas interrupciones del relato, como muestras de una lamentable tendencia a la digresión inoportuna, característica de este escritor, grande pero excesivamente obstinado, de una metafísica tendenciosa y barata, con poco o ningún interés intrínseco, profundamente inartística y absolutamente ajena al propósito y la estructura de la obra de arte en conjunto. [...]

Y sin embargo, es claro que aquí hay una paradoja. El interés de Tolstoi en la historia y en el problema de la verdad histórica fue apasionado, casi obsesivo, desde antes de escribir La Guerra y la Paz. Nadie que lea sus diarios y sus cartas, en realidad, la propia novela, puede dudar de que el autor mismo consideraba este problema como el meollo de toda la cuestión, el asunto central a cuyo alrededor gira la obra. "Charlatanismo", "superficialidad", "flaqueza intelectual"; seguramente, Tolstoi es el último escritor a quien parecen aplicables estos epítetos; parcialidad, perversión, arrogancia, quizás; engaño de sí mismo, exageración, posiblemente; inadaptación moral o espiritual: de esto tenía más conciencia que sus propios enemigos; pero pobreza del intelecto, falta de poder crítico, tendencia a la vacuidad, a depender de alguna doctrina patentemente absurda y superficial en detrimento de la descripción realista o el análisis de la vida, apasionamiento por alguna teoría de moda que un Botkin o un Fet fácilmente pueden poner en evidencia, pero no, ¡ay! un Tolstoi... estos cargos parecen grotescamente inverosímiles. Nadie en su sano juicio, al menos durante este siglo, soñaría siquiera con negar a Tolstoi potencia intelectual, su pasmosa capacidad de penetrar todo disfraz convencional […]

La afición de Tolstoi a la historia comenzó desde su juventud. Tal parece que no surgió de un interés en el pasado como tal, sino del deseo de penetrar en las causas primeras, de comprender cómo y por qué las cosas suceden como suceden y no de otra manera, de un descontento de las habituales explicaciones que no explican sino que producen insatisfacción, de una tendencia a dudar y a colocar bajo sospecha y, en caso dado, a rechazar todo lo que no respondía íntegramente a una pregunta, a ir a la raíz de toda cuestión, a cualquier costo. Ésta siguió siendo la actitud de Tolstoi durante toda su vida, y difícil sería considerarla como síntoma de "superchería" o de "superficialidad". Y con esto iba un incurable amor a lo concreto, lo empírico, lo verificable, y una desconfianza instintiva de lo abstracto, lo impalpable, lo sobrenatural; en suma, una temprana tendencia al enfoque científico y positivista, hostil al romanticismo, a las formulaciones abstractas, a la metafísica. Siempre y en toda situación buscó los hechos "palpables", lo que podía captar y verificar un intelecto normal, no corrompido por intrincadas teorías ajenas a las realidades tangibles, o por misterios ultramundanos y teológicos, poéticos o metafísicos por igual. Le atormentaban los problemas últimos que se plantean a los jóvenes de cada generación: acerca del bien y del mal, del origen y el propósito del universo y de sus moradores, y las causas de todo lo que ocurre; pero las respuestas que le dieron los teólogos y los metafísicos le parecieron absurdas, así fuese por las palabras en que se formulaban, palabras que no mostraban una referencia clara con ese mundo cotidiano del sentido común ordinario al
que él se aferraba obstinadamente como único verdadero, desde antes de tomar clara conciencia de lo que estaba haciendo. […]


El propósito de Tolstoi esdescubrir la verdad, y por tanto debe saber en qué consiste la historia, y recrear sólo eso. La historia claramente no es una ciencia y la sociología, que sostiene que sí lo es, no pasa de un timo; no se han descubierto auténticas leyes de la historia, y los conceptos de uso corriente —"causa", "accidente", "genio"— no explican nada; son simples velos de la ignorancia. ¿Por qué ocurren como ocurren los acontecimientos cuya totalidad llamamos historia? Algunos historiadores atribuyen estos hechos a los actos de los individuos, pero ésta no es una respuesta, pues no explica cómo estos actos "causan" los acontecimientos que supuestamente "causan" u "originan".
[…]

El hecho de que nunca podemos identificar todas las causas,relacionar todas las acciones humanas con las circunstancias que las condicionan, no implica que sean libres, sino tan sólo que jamás sabremos cómo llegan a ser imperativas.

La tesis central de Tolstoi —en ciertos aspectos no muy distinta del inevitable "auto-engaño" de la burguesía sostenido por su contemporáneo Karl Marx, salvo que lo que Marx reserva para una clase Tolstoi lo ve en casi toda la humanidad— es que hay una ley natural por la cual están determinadas las vidas de los seres humanos, no menos que las otras vidas de la naturaleza; pero que los hombres, incapaces de enfrentarse a este proceso inexorable, intentan representarla como una sucesión de elecciones libres, para atribuir la responsabilidad de lo que ocurre a ciertas personas en quienes creen ver virtudes heroicas o vicios heroicos, y a quienes llaman "grandes hombres". ¿Qué son los grandes hombres? Son seres humanos ordinarios, lo bastante ignorantes y vanidosos para aceptar ser tenidos por responsables de la vida de la sociedad, individuos que prefieren llevar la culpa de todas las crueldades, injusticias y desastres justificados en su nombre, antes que reconocer su propia impotencia e insignificancia en la corriente cósmica que sigue su curso, indiferente a sus deseos y sus ideales. Éste es el punto central de esos pasajes (en que Tolstoi es insuperable) en que se describe el verdadero curso de los acontecimientos, al lado de las explicaciones absurdas y egocéntricas que necesariamente dan las personas hinchadas por el sentido de su propia importancia, así como de las maravillosas descripciones de momentos de iluminación en que la verdad acerca de la condición humana se revela a quienes tienen la humildad necesaria para reconocer su impotencia y su falta de importancia. […]

Pero existe un paralelo mayor y más importante entre la interpretación tolstoiana de la historia y las ideas de Maistre, y plantea cuestiones de principio fundamental relacionadas con el conocimiento del pasado. Uno de los elementos más notables comunes al pensamiento de estos pensadores tan distintos, de hecho antagónicos, es su preocupación por el carácter inexorable —la "marcha"— de los acontecimientos. Ambos consideran lo que ocurre como una red espesa, opaca, inextricablemente compleja, de acontecimientos, objetos y características, conectada y dividida por innumerables nudos inidentificables, y también lagunas y súbitas discontinuidades, visibles o invisibles. Es una visión de la realidad según la cual todas las construcciones claras, sean lógicas o científicas —las pautas bien definidas, simétricas, de la razón humana— parecen tersas, endebles, vacías, "abstractas" y totalmente ineficaces como medios de descripción o de análisis de algo que viva o haya vivido. […]

De "El Erizo y el Zorro" [1951] (traducción de Juan José Utrilla), en Isaiah Berlin (Henry Hardy y Aileen Kelly, compiladores), Pensadores Rusos (México D. F.: Fondo de Cultura Económica), Título original: Russian Thinkers, ©1978, Henry Hardy, publicado por The Hogarth Press]


Tolstoi muestra en "Guerra y Paz", (además de otra infinidad de cosas) como en contra de lo que ellos mismos y muchos otros pudieran pensar (historiadores.... ) Napoleón y su estado mayor no tenían en realidad ningún control sobre lo que estaba sucediendo, ni en los campos de batalla, ni en el conjunto de la campaña rusa. Mostrándolo en cierto modo lo demuestra, así es la gran literatura.

26 agosto, 2006

Sistemas Complejos

Todo lo que vemos es el resultado del funcionamiento de multitud de Sistemas Complejos interactuando entre sí. El nombre que recibe toda esa complejidad en funcionamiento es "El Mundo" y la razón de que todo sea de esta manera y no de otra son lo que llamamos "Las Leyes de la Naturaleza" (antiguamente "Dios").

Escuetamente se puede decir que en tales sistemas la interacción entre unidades individuales crea efectos que no son explicables por las propiedades de los individuos. Estos efectos se llaman Propiedades Emergentes. Cuando las propiedades emergentes cristalizan en otro conjunto de individuos que también interactúan se crean nuevos Sistemas Emergentes completos. Las leyes que rigen todo esto sólo están comenzando a desvelarse, pero algunas ya están suficientemente claras.

Ciñéndonos a los asuntos humanos tanto el comportamiento individual como el colectivo son también la parte visible del funcionamiento de esos sistemas.

Todas las Grandes Palabras sobre las que se han producido ríos de tinta son simplemente propiedades o sistemas emergentes (es fácil decirlo) y también muchos sucesos concretos: "La Condición Humana", "La Mente", "La Religión", "Los Mercados", "El Capital", "El Poder", "El Hambre en el Mundo", las guerras, el linchamiento de alguien por una turba, el desarrollo de un barrio una ciudad o una nación...... En el caso de las grandes palabras creo que lo dicho debería cerrar el debate sobre su status metafísico.

En sociología, política, economía, historia y resto de las ciencias humanas colectivas decir que todo es muy complicado es decir muy poco. Pero decir que el efecto emergente es el resultado del conjunto de las acciones individuales es dar un gran paso adelante: si una parte del conjunto de dichas acciones individuales cambia entonces el efecto emergente resulta otro, eso es una ley. Pequeños cambios en la base pueden producir enormes conmociones en la cúspide eso es "El efecto Mariposa" y es otra ley.

Esto son bases teóricas fundamentales y por tanto debemos apoyarnos en ellas.

21 agosto, 2006

La Democracia y la Izquierda

Vista en toda su sencillez y pureza la Democracia en Occidente es un mercado más. Parece que verdaderamente esta es nuestra forma más avanzada de organizarnos: los mercados, y en muchos asuntos no resultan un mal sistema.

Por tanto tenemos una panoplia de productos que serían los partidos y sus programas (y su organización y su historia y sus lideres y sus actuaciones previas y su imagen mediática......) y una masa de compradores potenciales: los votantes. El acto mercantil en si mismo se produce en forma de una gran feria cada determinado tiempo y bajo determinadas reglas, muy similares en todas las democracias y por todos conocidas. Finalmente un partido/os-producto/os obtiene el monopolio del poder en ese estado durante un tiempo.

La mayor ventaja consiste en que es difícil que uno de tales productos se perpetúe durante mucho tiempo y en que los productos deben evolucionar, aunque sea lentamente, para poder seguir en la competencia, esto hace que sean al menos levemente adaptativos y funcionales. Otra ventaja, no menos importante, viene de que el electorado (la otra parte) tiene la sensación o ilusión de libre albedrío o elección. En ambos aspectos el sistema supone una mejora significativa respecto a otros previos.

También es procedente recordar que siendo muy importante todo lo anterior este es un mercado más entre otros muchos grandes mercados (otros estructuras para-infra-supranacionales, la economía, la ciencia...) que interactúan entre si y se interrelacionan con otros muchos juegos que se rigen por normas muy diferentes de las mercantiles (la etnia, la religión, la historia local y general.... ), muchas de ellas todavía por desvelar..

Aunque parezca tontería no es nada superfluo -todo lo contrario, es fundamental- decir finalmente que en todo ello la llamada "condición humana" juega un papel decisivo. Al fin y al cabo se trata de un asunto entre humanos.

En el mercado que nos ocupa, bajo el conjunto de las condiciones antedichas, un verdadero partido-programa de izquierdas no vendería ni un chicle, jamás alcanzaría el poder. Ahí está la raíz de la tan comentada crisis de identidad de las izquierdas.

Esa es la paradoja (ya le buscaré un nombre, se admiten ideas): Si se quiere el poder no se puede preconizar un programa de izquierdas, por tanto si se preconiza jamás podrá ser aplicado.

Obviamente no se puede superar este problema recurriendo a sistemas o métodos ya arrumbados por la historia por ineficaces además de dolorosos. Hace falta algo nuevo que cambie lo necesario y conserve lo mejor de lo que ya tenemos

¿Como hacerlo? ¿Es en realidad posible?

No lo sé pero pero si sé que debemos meditar mucho sobre ello.

Nota: En esta entrada no hay links pues el texto es conceptual, no informativo (mi deseo sería seguir profundizando en todo esto por mi mismo en entradas ulteriores). El único existente es un homenaje a uno de mis maestros (en el sentido más general de la palabra).

20 agosto, 2006

Lagavulin

Curiosamente si se busca en Google "Lagavulin" marcando el botón de sólo páginas en español la segunda entrada que sale corresponde a una referencia a mi malta preferido en el periódico de mi ciudad. ¡Si no lo veo no lo creo!

Una segunda entrada que también me gustó por la anécdota y la brevísima explicación (en este mundo digital mejor ser breve).

No sobra decir que además de su sabor me encanta su nombre.

Isla Desolación

Lugar de la Patagonia Chilena, en la parte final del Estrecho de Magallanes, de resonancias épicas y terribles. Es la última tierra a babor que aquel navegante vió antes de adentrarse en el Pacífico.

Como toda la zona está continuamente expuesta a los más terribles vientos, fríos y temporales que uno pueda imaginarse. Sin embargo, eventualmente, unas horas o unos días, el clima puede volverse benévolo y hasta muy agradable, aunque eso no suele durar. La vida es posible, incluso para el hombre, pero durísima.

Las vivencias pasadas por los hombres allí podemos considerarlas un epítome de la historia de la humanidad.

Nunca he estado allí aunque si bastante cerca. Me la ha recordado recientemente el libro "Autómata" de Adolfo García Ortega.