19 noviembre, 2006

Todo Menos una Cosa


El Ateneo de Madrid fue denominado en un ocasión "la Holanda de España" . Con ello se quería significar que la casa de la calle del Prado era el oasis intelectual y tolerante de esta península sedienta y violenta. El Ateneo era, en medio de un país en el que no se podía hablar de nada, el lugar recogido y amable en cuyo interior se podía hablar de todo...

... El actual Ateneo de Madrid es sensiblemente diferente del anterior. Ya no reina el mismo espíritu de tolerancia, de comprensión y de fineza. El hombre que va la Ateneo dispuesto a exponer unas ideas sensiblemente diferentes de las de su auditorio se puede encontrar con una explosión de hostilidad que habría sido difícil de imaginar treinta años atrás. El Ateneo ha pasado a ser , de la casa de la máxima tolerancia, el club revolucionario -y, por tanto, sectario- más ardiente. Un ambiente comprensivo ha sido sustituido por un ambiente de veleidad y de humor extravagante. La noble serenidad del intercambio de ideas ha sido desplazada por una ola cargada de instintos del momento.

El Ateneo es hoy la casa de la trituración. Se pueden decir las cosas más gruesas -si son del gusto del auditorio imperante- con la mayor impunidad...

... Pero el objeto de esta nota es subrayar un matiz de la conferencia de Maurín en el Ateneo que, a nuestro entender, creemos muy interesante.

El matiz es el siguiente: Maurín pronunció un discurso muy violento. Recibió ovaciones delirantes. Fue largamente aplaudido. La conferencia del líder comunista fue una apología de la necesidad urgente de destruirlo todo: destruir la propiedad, destruir a la Iglesia, destruir al Ejército, destruir la burocracia, incluso destruir la actual República. Las propuestas de destrucción fueron recibidas por el público de ateneístas que llenaba el local con verdaderas explosiones de entusiasmo, con una ardiente alegría. Sólo hubo un momento en que el auditorio se enfrió sensiblemente, y fue el momento en que el orador comunista, declarándose, sin rodeos, separatista, habló de la necesidad de destruir pura y simplemente la unidad española. El orador percibió enseguida el cambio de actitud del público. Veía como la masa se le desviaba. Patinó un momento. Dio marcha atrás y dijo, para atraerse otra vez a la gente, que lo que había querido decir era que había que tender al separatismo para crear posteriormente una unidad superior.

Pero el matiz ya se había dado y todos los catalanes de la sala lo captaron perfectamente. Y es el siguiente: el público de la conferencia de Maurín aceptó la destrucción de todo: de la familia, de la propiedad, de la Iglesia, del Ejército, de cuanto fuera necesario. Lo único que enfrió al público del Ateneo fue cuando hablo de lo más insignificante, relativamente: cuando hablo de la destrucción de la unidad de la Patria, es decir, de la destrucción de un sentimiento que, en el orden de importancia, tiene aparentemente mucha menos que otros sentimientos. ¿No es muy curioso? ¿No es, sobre todo, sorprendente?

Subrayo el matiz y me permito presentarlo a los actuales dirigentes de la política catalana. Lo hago con una intención puramente informativa, esto es, candorosamente.


Fragmentos de un artículo de Josep Pla publicado en catalán en la "La Veu de Catalunya" el 11 de Junio de 1931.

Se puede leer completo en: Josep Pla, "La Segunda República Española. Una Crónica, 1931-1936" de Editorial Destino.

No hay comentarios: